No hay sentido…
Adaptación y control suelen ser conceptos ambiguos en el día a día. Conceptos que son útiles cuando la voluntad los acompaña, pero que cuando son fáciles pierden esa sazón que los vuelve interesantes y retadores.
En alguna etapa de la adolescencia la carrera de arquitectura pasó por mi cabeza, en ese momento no la tomé realmente en serio. Yo quería pintar, tocar el piano, cantar, expresar ideas, generar conceptos, vibrar a través del arte; sin embargo, la vida no da invariablemente lo que uno quiere.
Sería muy fácil pedir y recibir exactamente lo que demandas, sin cuestionamientos, sin adiestramiento, sin apreciación o sin adaptación. Valorar las cosas a través del esfuerzo, esa experiencia es inigualable. Adaptarse a las condiciones que la vida misma va poniendo, prepararse para que al final de los giros vertiginosos que suele dar, establecer un estado de control, y después, volver a prepararse, porque lo que hoy está establecido, mañana ya no lo es, y el ciclo es permanente: caos, vértigo, adaptación y control.
Quizás mi fascinación por el detalle y el trabajo manual nació en el taller de carpintería de mi padre. Para mí, su oficio es el más extraordinario de todos. Ver entrar esas tablas enormes, ásperas, pesadas y chuecas, y ser testigo de como poco a poco se va transformando en una pieza de museo, bella, lisa y brillante, todo gracias al esfuerzo y el gusto por trabajar así. Para mí existe la fascinación por el oficio per se, por contemplar el proceso, mas nunca fue un secreto mi rechazo a trabajar en el taller de carpintería. No me gusta, lo hacía porque el taller siempre necesita manos que lo ayuden, porque es el oficio familiar y «porque nunca estorba aprender la talacha». Caos y vértigo, no es mi lugar, pero es en el que me toca estar.
Busco entonces un vínculo con lo que a mí me gusta, el arte, lo imprescindible que puede llegar a ser el oficio para el arte. Luego aprendo a hacer las cosas con un método que me guste a mí, busco la forma de no estar malhumorado todo el día, le busco el gusto y una vez que lo encuentro, lo domino, llego a la etapa de adaptación y control.
A la arquitectura le encontré el sabor, el buqué artístico y propositivo, donde además de expresar las cosas con las que no estoy de acuerdo, propongo soluciones tangibles al caos y el vértigo que comúnmente se presentan en la profesión, y no porque sea exclusiva de ella, más bien es intrínseca en ella. Donde la adaptación se acompaña de ciencia y humanismo, de razón, y el ejercicio artístico es el pan de cada día. Donde establezco un control, que no debe ser confundido con zona de confort, sino como un estado de equilibrio. Una nebulosa que se agita en el momento menos esperado, pero que, con la metodología adecuada, se vuelve un elemento estable. Es el arte entonces el catalizador que me ayuda a encontrar una adaptación en las etapas que no tengo control.
No está en mi personalidad agitar los vientos y provocar que todo se mueva, generar revoluciones en busca del progresismo. Yo asumo que las condiciones de lo que permanece inerte en algún momento van a cambiar, a veces de forma previsible y otras de manera realmente inesperada. Lo que es un hecho es que todo cambia tarde o temprano, evoluciona, y no puedo esperar que evolucione según el proceso lógico de las cosas, continuamente hay variantes que incursionan en el proceso y lo vuelven un caos, y esperar que pase lo probable, sin alteración o sin improvisación, es la mayor condena.
Buscar la adaptación en diferentes medios, eso es lo que me funciona. La constante búsqueda de un norte para que guíe al objetivo trazado, una situación de incertidumbre que por supervivencia agudiza los sentidos. La vida es búsqueda, porque todos intentamos trascender, buscamos llegar más lejos y el camino nos va moldeando; ya lo dijo Machado, «Se hace camino al andar». Es la incertidumbre lo que propicia el estado de alerta, la que provoca tomar oportunidades y ajustar tu camino.
Ese enriquecimiento experimental que trae consigo la adaptación, es un crisol de conocimiento que se pierden aquellos que buscan lo que quieren, y sólo lo que quieren. El capricho de hacer su camino fácil les priva de abundar en otros ámbitos, de fortalecer la mente y el espíritu, de aprender a adaptarse.
Durante la Universidad anhelé trabajar en proyectos de una escala importante, proyectos en los cuales participen equipos grandes de trabajo y generen un impacto social significativo. Por ejemplo, siempre tuve el sueño de trabajar en el proyecto de un estadio de fútbol, la parte lúdica constantemente género interés en mí, y en la carrera jamás pude participar en un proyecto similar. Por más que busqué en talleres, en clases, en propuestas de análisis, nunca encontré el medio para participar en un proyecto así, ni el arte ni la arquitectura me han dado hasta ahora la posibilidad de trabajar ahí.
Jamás paso por mi mente trabajar en un despacho de ingeniería estructural. ¿Cómo es que pasé de la pintura a esto? Con arquitectura encuentro una sinergia, ¿pero aquí?… Nuevamente me veo envuelto en caos y vértigo.
No obstante, ALBA tenía un lugar reservado para mí. Una firma de ingeniería estructural me dio la oportunidad de trabajar en un ámbito afín a mi carrera. Encontré el espacio para difundir noticias culturales, artísticas y de propuesta participativa. Me dio un ambiente laboral sano, democrático y humano. Me dio incluso la posibilidad de trabajar en el proyecto de un estadio de béisbol, el estadio de Los Cañeros de los Mochis, que si bien no es el deporte que yo esperaba, también despierta pasión en mí. Como fiel aficionado a los Yaquis de Cd. Obregón y a los Red Sox de Boston, encontré los puntos para adaptarme en un ámbito que no domino, que me genera incertidumbre, y ese proceso aún está activo. No he llegado al estado de control, aún falta mucho por aprender, por crecer y por adaptar.
Octavio Paz establece un juicio sobre el modernismo, cuestiona: «¿Qué es el modernismo sino la suma de toda la experiencia previa a su tiempo? Podemos decir que el modernismo nace en la época de las cavernas, porque la experiencia legada es vital para nuestro tiempo, y hace posible el modernismo». La historia y la filosofía nos han enseñado que la adaptación es el arma más importante para la evolución, para el progreso. Por ello, la ruta nunca es lineal; está llena de giros y zigzag, pero si se establece un objetivo, al final el proceso te llevará a él.
“No hay sentido, más bien hay búsqueda de sentido”