Un salto al vacío
Hace 7 años egresé de Ingeniería Civil. Siempre me vi atraído por las estructuras, de hecho, ingresé a civil porque en el último semestre de prepa cursé “Resistencia de Materiales” donde aprendimos algo de estática y análisis, y me enamoré.
Afortunadamente, desde que egresé he podido trabajar en la rama de la Ingeniería Estructural: estructurando, analizando y diseñando edificaciones, orgulloso de que al pasar de los años y una vez construidas podría decir “¡Hey mira! Yo diseñé eso”. Primero trabajé en Monterrey, luego me fui a Guadalajara a otro despacho de cálculo y en 2015 ingresé a ALBA.
No tenía pensado hacer algo diferente al diseño estructural hasta que en ALBA me dijeron que necesitaban a alguien que estuviera coordinando los proyectos en CDMX. Era un puesto nuevo, ¿qué esperar de él? No lo sabía, no lo sabían en ALBA tampoco, aún lo sigo descubriendo y redefiniendo con el paso del tiempo. Sí, lo dudé, pero como dice Alan Moore “Todo lo bueno en la vida nace de un salto al vacío”. El 8 de junio de 2016 hice el primer vuelo de trabajo a CDMX por ALBA sin saber cuánto iba a durar. Lo que comenzó en ir y venir los viernes una semana sí y dos semanas no, hoy, aproximadamente 200 vuelos después, se ha convertido en prácticamente vivir en CDMX.
¿Ha sido fácil? La verdad es que no, comenzando porque a nadie le gusta levantarse a las 3:30 am para alcanzar el vuelo GDL – MEX de las 6:00 am. Una vez aterrizando pasar 1:30 horas en el tráfico para llegar a la oficina. Vivir con una maleta que ya no guardas, simplemente le sacas ropa sucia y le metes ropa limpia. Ver más al personal del hotel que a tus propios amigos. Despertar a veces a media noche, confundido, sin recordar en qué ciudad te encuentras en ese momento. Comer siempre en restaurantes hasta el punto de saberse el menú de los habituales (créanme, también se enfada uno de comer en restaurantes). Generar el reporte de gastos de cada semana. Y volar el viernes en la noche de regreso a Guadalajara, cansado y, dependiendo de la hora, esperar hasta 40 minutos a que te tome un Uber para ir a la casa.
¿Me arrepiento? Ni un segundo. Cambié las hojas de cálculo por las reuniones de coordinación y la revisión de planos estructurales por la revisión de correos electrónicos. Cambié el “yo diseño” por el “nosotros diseñamos”. En estos dos años y tres meses de estar viniendo a CDMX he aprendido muchas cosas, no sólo de estructura. Aprendí a ver las estructuras más desde el punto de vista arquitectónico, que hay que dejar más espacios a las instalaciones, la importancia de ajustarse a un presupuesto y sobre la burocracia para obtener las licencias de construcción. Aprendí que más que concreto y acero, nuestros proyectos serán habitados por alguien que quiere tener la mejor experiencia integral en ellos.
Aprendí a asumir las responsabilidades y dar la cara para lo bueno o malo. Aprendí más sobre cómo tratar mejor a las personas y descubrí que eso me gusta. He asimilado algunos puntos importantes que, si bien me falta aplicar más, son trascendentes en el trato con personas.
El primero es ser amable. Bien dicen que “una gota de miel caza más moscas que un galón de hielo” o que “hombre sin sonrisa no abre tienda”. ¿A quién le gusta tratar con un amargado? Definitivamente las juntas donde todos nos llevamos bien son mucho más amenas y productivas. La posibilidad de persuadir a alguien de tomar una decisión considerando nuestra opinión siempre es mayor cuando hay, por qué no decirlo, amistad. Para que la amabilidad sea sincera, es primordial aprenderse el nombre de la persona, escucharlo y hacerlo sentir importante. En serio, todos queremos sentirnos importantes.
El segundo es ponerse en la posición de la otra persona. Entender lo que él o ella busca para el proyecto nos hace poder plantear mejores alternativas. Incluso, mostrarle nuestra solución desde el punto de vista que para esa persona es importante, siempre favorece el entendimiento de ambas partes.
A dos años y 3 meses de tomar este puesto y poder colaborar con mis compañeros y con los clientes en diversos proyectos, buscando entre todos lo mejor para ellos, aún puedo decir “¡Hey mira! Nosotros diseñamos eso”. No me arrepiento de nada, uno siempre debe tomar las oportunidades que se presentan, aunque parezcan un salto al vacío.